Velaquí dúas crónicas fotográficas da visita que fixemos en agosto os de Divulgacción ás minas de Touro co catedrático de Edafoloxía da USC Felipe Macías.
E a continuación reproducimos a magnífica crónica que Emilio Castro publicou en Hablando de Ciencia:
Touro: Un paisaje marciano en pleno camino de Santiago
El sábado me fui de excursión. Y diréis vosotros: en pleno agosto y con el calor que hace, ¡este se habrá ido a la playa! Pues no. He pasado la mañana del sábado visitando la mina de cobre de Touro, un ayuntamiento a 20 km de Santiago de Compostela en dirección a Lugo. Y en una compañía de lo más variopinta: químicos, actores, microbiólogos, publicistas, físicos… en fin, unos frikis por qué no decirlo.
Menos mal que capitaneaba la visita el catedrático de edafología de la Universidad de Santiago, Felipe Macías, un auténtico entusiasta de la mina de Touro y su proceso de recuperación, que nos confesó abiertamente que el se tenía pasado muchas mañanas de sábados y domingos en la mina pensando proyectos e ideas para revitalizar este espacio totalmente yermo en 2000, cuando comenzaron las intervenciones para su recuperación y más de 10 años después del cese de la actividad minera.
Felipe Macías nos explica un poco de mineralogía para empezar la visita a la mina.
La visita conviene hacerla en todoterreno por las pistas que se recorren y si no que se lo digan al coche familiar del presidente de la Asociación Gallega de Comunicación de Cultura Científica y Tecnológica, Manuel Vicente, que se las recorrió como un campeón pero que dejábamos atrás cada tres por cuatro en el todoterreno de nuestro guía, Felipe Macías. Eso sí, al acabar la visita: ¡bañito! (al coche no os creáis). Se trata de eliminar la tierra ácida del suelo de la mina que haya podido quedar pegada a los bajos del coche. Un divertido final atravesando el “túnel de lavado” para estegeoparque de atracciones natural que es la mina de cobre de Touro.
Las escombreras de la mina (a) se están triturando para hacer áridos y gravas (b) para la construcción de carreteras (c).
Pero vamos allá con la visita. Comenzamos con una sabia lección de mineralogía. Ya fue en los lejanos años 80 cuando Felipe Macías estudió los minerales presentes en la mina. Como ya hemos dicho, es una mina dedicada a la extracción de cobre, que se encuentra en forma de sulfuros (de ahí la acidez característica del terreno de la mina tras el final de la explotación). En concreto, el mineral que más se explotaba en esta mina es la Calcopirita (S2CuFe). De hecho, todavía se ve en el paisaje tonos amarillentos y rojizos característicos de otros minerales de hierro presentes en el entorno, como la Goetita (un hidróxido), tal y como animadamente nos señala Felipe.
A todo esto. La mina de Touro es a cielo abierto. Así que no os creáis que nos hemos metido en un ascensor o en un trenecito para adentrarnos en las profundidades de la tierra en ningún momento de la visita. Aquí todo está al aire libre y se puede ver a simple vista. De hecho, con los más de 40 años de experiencia de Felipe Macías, ni siquiera necesitamos equipo de rayos X para saber qué tipo de mineral es cada uno de los que se ven en los cortes de la mina.
Touro: Una de las pocas minas donde se puede observar el interior de la balsa de lodos.
Por cierto, el contenido de cobre de estos minerales de calcopirita que se extraían hasta los 80 en Touro era menor del 1%. Así que no es difícil imaginar la de escombros que se generarían durante la explotación de la mina. Muchos de ellos son visibles hoy en día. Y triturando esos escombros de la explotación minera hacen grava y áridos para la construcción, sector al que pertenece el propietario de la mina. Grava con diferentes grados de acidez que, en el propio polígono industrial que están construyendo sobre la balsa de lodos de la mina, están utilizando para fabricar las calles y carreteras. Si, si, ¡has leído bien! Sobre la balsa de lodos, hoy en día seca, se puede caminar, conducir un coche y hasta construir naves industriales sin problema.
Charca de agua ácida con irisaciones que parecen gasolina y son arqueobacterias capaces de vivir con una acidez de pH menor que 3.
Y es que en pocas minas se puede observar y estudiar el interior de la balsa de decantación de los lodos procedentes de la explotación de la mina como en Touro. Un corte del terreno permite hacerlo y es espectacular lo que se llega a ver a simple vista. Formaciones de sal por precipitación de los metales presentes en los lodos, distintas coloraciones según el grado de oxidación de los compuestos químicos presentes en el lodo, una especie de gusanos muertos por la elevada acidez,… Todo un ambiente extremo, por su acidez, al alcance de nuestra vista.
Terreno de la mina con y sin tecnosoles. El crecimiento de la vegetación es impresionante.
Acidez que, a través del agua, llegaba hasta los ríos cercanos y mataba a todos los peces. Aunque hoy en día podemos ver alguna charca en la periferia de la mina de agua ácida, todo el agua que sale de la balsa es tratada y neutralizada antes de llegar a los ríos, con lo que ya no supone un peligro para el entorno la acidez extrema que todavía presenta la balsa de lodos de la mina.
Y es, en estas pozas de agua ácida, donde nos encontramos los habitantes más extremos de la mina: ¡las arqueas! No hay que irse a las minas de Riotinto en Huelvapara ver y estudiar estas bacterias muy antiguas capaces de sobrevivir en unas condiciones imposibles para la mayoría de los seres vivos. No en vano, las charcas llegan a tener pHmenores de 3. ¡Pobres bichicos!
Fabricación de tecnosoles o suelos artificiales: (a) tecnología primitiva al aire libre, (b) tecnología moderna bajo nave y con extracción de gases y (c) Felipe Macias nos enseña un tecnosol recien elaborado.
Pero el producto estrella que ha permitido una regeneración espectacular del paisaje de la mina se denomina tecnosol o suelo artificial. En la propia mina hay una empresa, Tratamientos Ecológicos del Noroeste, que lo fabrica. Felipe Macías nos enseñó también las instalaciones. La fabricación es parecida a la del compost. Pero el material es muy diferente. Ya que incluye, además de la fracción orgánica del compost (biomasa, lodos de depuradora, conchas de mejillón, cenizas, etc), la fracción inorgánica (restos de carpintería del aluminio, restos del asfaltado de pistas de aeropuerto, etc) que resta para tener un verdadero suelo y que será la responsable de obtener la estructura que al compost le falta con respecto al suelo y al tecnosol. La primera tecnología que utilizaron era al aire libre y las pilas de material que se hacen alcanzaban unos 50 ºC en su interior. La más moderna es bajo nave, evitando problemas derivados de la lluvia, y con extractores de los gases que se producen, como el amoníaco. Es una tecnología sucia. Pero sus resultados son impresionantes. Basta ver una foto del antes y después. O del terreno de la mina con y sin tecnosol para dar fe.
El paisaje que se puede ver en algunas zonas de la mina, en concreto sobre la balsa de lodos, se parece mucho al de la supercifie de Marte.
Y la visita continúa. No nos vamos a quedar sólo en la parte industrial. Así que nos desplazamos hasta el lago que ha conseguido crear Felipe Macías en el fondo de uno de los pozos de la mina gracias a sus tecnosoles. Su sueño era llegar a pescar truchas en este lago. La reactivación de la actividad minera en breve quizá eche por tierra estos sueños. Mientras, la cadena alimentaria o trófica está recuperada por completo: desde juncos y abedules, pasando por ranas y pájaros, hasta depredadores como las águilas. ¡Espectacular! Y para completar el show una piara de cerdos celtas, un huerto, hortensias, cepas, frutales… Si quieres una experiencia extrema, ¡Vente a Touro! Un paisaje marciano en pleno camino de peregrinaje a Santiago de Compostela…
Emilio Castro